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    This article appears in the March 2011 issue of LouisvilleMagazine. To subscribe, please visit loumag.com.

    “Los caballos no son nuestros, pero los cuidamos y, algunas veces, dormimos con ellos, los bañamos, les damos de comer y casi siempre platicamos con estos caballitos…claro en español, porque ese es nuestro idioma”, afirma Carlos, un caballerango que trabajó en los establos de Churchill Downs la pasada temporada.

    En marzo se cumplirán 10 meses que finalizará la edición 136 del Kentucky Derby. Algunos caballos que se hospedan en los establos de Churchill Downs aguardan en esas instalaciones hasta la llegada del invierno, posterior a esta temporada del año, los caballos son trasladados a tierras calientes propicias para la crianza de ganado, como por ejemplo, en Florida. Con estos animales viajan también algunas personas que se encargan de cuidarlos, entre ellos en su mayoría son personas latinas.

    “Pocos conocen nuestro trabajo, pero todo mundo ve correr a estos potros en la pista”, afirma Carlos, un hombre de baja estatura, él es uno de los más de 600 cuidadores de caballos que también viajó con los equinos hacía Florida. Por su parte Marcela Huertas, oriunda de Michoacán, México, relata que ella y sus compañeros también son parte de los dos minutos de gloria porque gracias a sus cuidados los caballos están listos para correr. El trabajo de los hombres y mujeres de los establos del Churchill Downs constituye en alimentar, bañar, trotar e incluso entrenar a algunos caballos que corren en las pistas profesionales.

    Francisco quien nació en Santa Rosa, Guatemala cuenta que se levanta todos los días a las cinco de la mañana para dar un par de vueltas al caballo que le fue asignado. El recorrido constituye de 20 a 30 minutos. Francisco toma al caballo de la cuerda sujetada al cuello y caminan juntos por la pista, después lo baña y le da de comer, la rutina también la práctica por la noche. Mariana, una mujer de Tampico, México se encarga de lavar las vendas que utilizan los caballos en sus piernas. “Después que mis compañeros sacan a galopar a los caballos yo me encargo de lavar con agua y jabón las vendas blancas”, explica la mujer quien antes de vivir en Estados Unidos laboraba en una fábrica de cosméticos en su natal país.

    Mariana tiene un  par de años de vivir en este país, confiesa que no sabe nada de inglés. Pero la mujer de tez morena y de una encantadora sonrisa no le importa poder hablar este idioma. “Estos caballos, entienden muy bien el español, aquí en los establos de Churchill Downs no se habla mucho el inglés”.  Cerca de 400 hombres y mujeres son de Guatemala, aproximadamente 150 son mexicanos y el resto son estadounidenses, muy pocos son de Europa del Este.
         
    Tanto Mariana como Francisco trata de acostumbrarse a su nuevo trabajo en los 2 años que tienen de vivir en Estados Unidos. Sin embargo uno de sus compañeros que se encarga de limpiar los establos no le resulta un trabajo fácil.  El hombre de 45 años de edad, quien prefiere ser anónimo, confió que en los 15 meses que labora en Churchill Downs no logra acostumbrarse al olor a excremento de los equinos, “antes trabajaba como pagador-receptor (teller) en un banco”, cuenta este mexicano originario de Veracruz, quien cambió la corbata y zapatos negros brillosos por ropa sucia y botas de plástico.

    Se dice que los entrenadores de los equinos piden a los cuidadores de caballos que hablen a los caballos en inglés. Pero es inevitable, el primer contacto que tienen la mayoría de estos equinos es con las personas latinas, los cuales o no pueden hablar el inglés o prefieren hablar su idioma natal cuanto puedan. “Caballito ven pa´ acá”, o si los hombres son guatemaltecos, el tono cambia “Caballito vení para acá.” Estas son algunas de las diferentes expresiones que obedecen los caballos. La  rutina ya está determinada.
       
    En Churchill Downs ofrecen clases de inglés para sus trabajadores, pero Artemio, encargado de uno de los caballos no tiene tiempo para acudir a las clases, prefiere trabajar varias jornadas para enviar dinero a su familia que vive en Toluca, México, “Los entrenadores estadounidenses no están de acuerdo que les hablemos en nuestro idioma, pero ni modos, no hay opción”, añade el hombre de tez morena. Los caballerangos no tienen ni tiempo ni dinero para gastar en aprender un idioma y los lugareños de Kentucky no quieren trabajar por $1,100 ó $1,600 al mes, los siete días de la semana. El Kentucky Derby genera $220 millones por ganancias para las fuentes organizadoras en menos de dos semanas.

    Los caballos no siempre obedecen cuando los propios entrenadores y Jockeys les llaman en inglés. Los potros responden de inmediato cuando los caballerangos guatemaltecos y mexicanos les llaman. “Come horse”, llama Fabricio a uno de los estos caballos que pueden llegar a costar hasta $20 millones.  Sin embargo al pronunciar “vení caballito vas a comer”, los equinos corren como si se tratará de una orden. Es cierto que la mayoría de los caballos no se les dan ordenes con palabras, sino por gestos y sonidos universales con la boca para ordenarlas una acción (clucking) y besitos (smooching), aunque el entrenador Paul McGee admitió que se le pide a muchos caballos irse “Atrás, atrás, atrás”. Este entrenador profesional reitera que a los caballerangos latinos les sugieren desde un principio que para regresar a un caballo, no se les puede usar un sonido, sino para este mando, es por palabras. Él dice que es un poco exagerado decir que los caballos solamente responden al español ya que los sonidos son más usados pero definativamente, los caballos sí responden a los que les dicen sus caballerangos latinos.

    McGee explicó que hay aproximadamente un caballerango por caballo trabajando en el Churchill Downs y que hay quizás como unos 1500 caballos y sus respectivos caballerangos, sin contar a los vendedores y los herreros. Él enfatizó que es toda una comunidad que trabajan con los caballos, pese a las barreras del idioma entre los entrenadores, los jinetes (jockeys), y los caballerangos y los “caminadores” (que son los que den paseo a los caballos después de una carrera para enfriarles sus musculos).

    Él explicó que es un gran equipo de gente para cuidar a los caballos y que las comunicaciones entre la gente son en equipo. “Nos alimentamos uno al otro y nos apoyemos y además casi siempre tenemos alguien bilingüe para ayudarnos.” Churchill Downs, como muchos hipodromos actuales, no solo ofrece clases de inglés sino también de español para facilitar a las comunicaciones entre todos los que trabajan con los caballos. McGee dice que él mismo está aprendiendo el español y ha proporcionado casetes de inglés a los que quieren aprender más. Entonces, por ahora, las clases están en ambos idiomas. Tantos los entrenadores como los jinetes deben aprender algunas palabras básicas en español para que los caballos les obedezcan, como por ejemplo “arre caballo”.

    La rutina del los establos

    El entrenador Paul McGee explicó que un día típico para caballos y caballerangos empieza a las 5 de la mañana. La pista no se abre hasta las 6 a.m. y por lo tanto, en as horas previas, se dedican a preparar a los caballos para el día. Las tareas más importantes son de revisar si los caballos han cenado bien en la noche anterior, cepillarles, y quitar las vendas para revendarles con las vendas del día, las cuales son diferentes según el ejercicio que se hacen.

    Entre las 6 y 10 de la mañana, los caballos se van a la pista para su entrenamiento. Generalmente galopean entre una milla y cuarto y una milla y media y una vez a la semana, corren algo más rápido. Después de una carrera, se le da 2 ó 3 días de recuperación al caballo y solamente se les caminan en los establos para que descansen.

    Después de las 10 a.m., se les den un desayuno a los caballos, siempre de granos. Los animales siempre tienen acceso a paja para comer, pero las comidas “formales” son de granos dulces como la avena. Su cena es la comida principal y se les da a las 5 de la tarde por los trabajadores que hacen la jornada de la tarde.

    En cuanto a los trabajadores, aunque la jornada oficial empieza a las 5 de la mañana, muchos empiezan a las 4:30 a.m. Los que caminan a los caballos trabajan una jornada de las 5 a.m. hasta las 10 a.m., mas o menos y de ahí se termina el trabajo a menos que sea un día de carrera. Los cuidadores “grooms” trabajan los siete días de la semana, en la mañana de las 5 hasta después del desayuno, como a las 11 y de ahí les toca trabajar una tarde sí y otra no. Las tareas de la tarde empiezan a las 3 p.m. hasta las 5 p.m. Los días de carrera, todos trabajan juntos hasta la hora necesaria para cuidar bien a los animales.

    El puesto de entrada de un trabajador es de caminar a los caballos, el cual paga entre $250 a $300 por semana, trabajando una jornada de 5 horas. Los con más experiencia, los cuidadores (grooms), se les pagan más, unos $450 por semana. De ahí, algunos, cuando ganan más experiencia, pueden llegar a ser asistentes a los entrenadores oficiales.
     

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